Su amistad con Christopher Nolan (en la foto de arriba con el actor)
«Hace 20 años que le conozco, pero, incluso ya entonces, era fan, porque había visto Memento (2000) e Insomnio (2002). Nuestro primer encuentro fue cuando me presenté al casting para el papel de Bruce Wayne en Batman Begins (2005), papel que finalmente acabó consiguiendo Christian Bale. Conocer a Chris para esa película fue un momento épico para mí. ¡Y, dicho sea de paso, siempre me pareció una idea absurda que yo interpretase a Batman! Pero ese encuentro al final fructificó en el papel del Espantapájaros y en una extraordinaria experiencia de trabajo».
La llamada decisiva
«Siempre lo he tenido claro: si Christopher Nolan te pide que hagas algo, independientemente de la envergadura del papel, lo haces. No esperaba para nada que me llamara para interpretar a Oppenheimer. Pero lo hizo. Cuando colgué el teléfono, me quedé sentado, totalmente impactado. Me sentí muy afortunado. Y nos pusimos manos a la obra».
En la piel de J. Robert Oppenheimer
«Siempre andábamos buscando su complejidad, porque no era un tipo simple. Ninguna de las personas que se retratan en la película lo es. Tener esa gran inteligencia puede ser una carga; la gente así opera en un plano completamente diferente al del resto de meros mortales como nosotros, y eso conlleva sus propias complicaciones y desafíos en su vida personal y moral. Eso fue uno de los retos más difíciles: trazar el viaje moral de Oppenheimer a través de esta historia, porque se mueve por terreno cenagoso a lo largo de gran parte de ella, en términos de lo que le puede plantear moralmente su trabajo en el Proyecto Manhattan y luego, años más tarde, su posición respecto a la política nuclear después de la Segunda Guerra Mundial, y cómo ir cambiando de postura y evolucionando le hace entrar en conflicto con otra gente».
Preparándose para el papel
«Leí Prometeo americano y varios libros más, además de ver horas de vídeos de Oppenheimer dando charlas y entrevistas. Trabajé con Nolan y la diseñadora de vestuario Ellen Mirojnick para perfeccionar el look característico de Oppenheimer: su intensa mirada, su postura, su pipa, su sombrero… No he querido hacer un retrato de Robert Oppenheimer. Es un Oppenheimer destilado del Oppenheimer que vemos en el material histórico y el Oppenheimer que conocí en el guion de Chris. Fue un largo proceso hasta alcanzar una síntesis de representación e interpretación. La mayoría de las personas no pueden pensar ni piensan en la existencia humana, la estructura del mundo y nuestro lugar en el universo del modo en que lo hacía Oppenheimer, a través de la lente de la mecánica cuántica, con sus complejidades y su aprecio por las paradojas. Por eso, hubiera sido absurdo por mi parte pasarme seis meses intentando entenderlo todo. Basta con intentar entender vagamente los conceptos para luego profundizar en ello y extraer la humanidad, que es lo que de verdad importa para nuestra película. Es una historia inmensa, temáticamente, pero contada de un modo muy humano. No es una lección de historia, no es didáctica ni prescriptiva; no le dice a la gente: “Esto es lo que debes saber de este tema”. Pero está bastante claro que la gente puede trazar paralelismos y reflexionar sobre lo que está ocurriendo en el mundo actualmente de forma alarmante. Las películas que estimulan el pensamiento y te obligan a ejercitarte son una parte importante del paisaje cinematográfico, y creo que Chris siempre hace justo eso de una manera interesante y provocativa».