Cuando Burt Reynolds se encontró con Catherine Deneuve

Tras el bombazo en la taquilla de Rompehuesos (The Longest Yard) (1974), que superó los 43 millones de dólares de recaudación, Robert Aldrich (1918-1983) y Burt Reynolds (1936-2018) volvieron a unirse para rodar Destino fatal (Hustle), una historia de cine negro. Incluso director y actor fundaron productora, RoBurt, que solo tuvo en su historial esta película.

Destino fatal (Hustle) (1975) está basada en la novela del escritor y guionista norteamericano Steve Shagan (1927-2015), de actualidad en esa época por Salvad al Tigre (Save the Tiger) (1973), por la que fue nominado al Premio de la Academia y por la que Jack Lemmon ganó el Oscar. Save the Tiger, que fue su primera novela, se publicó un año antes del estreno de la película. Primero había escrito el guion, pero mientras pasaban los meses y lo movía en Hollywood, escribió la novela para sobrevivir y superar el estrés del posible rechazo.

La siguiente novela de Shagan fue City of Angels, la base de Destino fatal (Hustle), ambas de 1975. Luego escribió el guion y coprodujo El viaje de los malditos (Voyage of the Damned) (1976), por la que recibió otra nominación al Oscar, esta vez por la adaptación de la novela de Gordon Thomas.

Shagan siguió como guionista con Alas en la noche (Nightwing) (1979), que adaptó de la novela del mismo título de Martin Cruz Smith sobre murciélagos que atacan humanos, La Fórmula (The Formula) (1980), según su propia novela, El Siciliano (The Sicilian) (1987), a partir de la novela de Mario Puzzo, y su último trabajo para el cine, el sorprendente thriller de misterio con Richard Gere y Edward Norton Las dos caras de la verdad (Primal Fear) (1996), adaptando la novela de William Diehl.

Destino fatal cuenta la historia de Phil Gaines, un teniente de la policía de Los Angeles que investiga el caso de una joven que ha aparecido muerta en la playa un domingo cualquiera. Además, su vida sentimental está en una encrucijada, ya que su novia es una sofisticada francesa que ejerce la prostitución de lujo en plan Belle de Jour (1967). Nicole Britton era norteamericana en la novela, pero Aldrich cambió la nacionalidad. El director quería trabajar con Catherine Deneuve (1943), la actriz europea del momento, y pensó que el espectador de Estados Unidos iba a aceptar mejor la relación de los protagonistas (un policía y una prostituta) si ella no era norteamericana.

Unos 14 años atrás, Robert Aldrich había cogido tres aviones, un tren y un taxi que le llevó por un sendero de cabras para llegar a la casa que tenía Olivia de Havilland (1916-2020) en las montañas suizas. Allí estuvo cuatro días, el tiempo que necesitó para convencer a la legendaria estrella de que aceptara interpretar a la “querida prima Miriam” en Canción de cuna para un cadáver (Hush… Hush, Sweet Charlotte) (1964). Joan Crawford (1906-1977) estaba enferma, se había ido del rodaje y necesitaba urgentemente una sustituta. Ahora iba a repetir una similar operación, esta vez un viaje a París para convencer a Deneuve. Burt Reynolds se fue con él y entre los dos consiguieron que la diva francesa aceptase interpretar a esta gélida rubia hitchconiana que le pide a su novio policía que la lleve a Cannes y le susurra en sus noches de pasión “soy Ava Gardner y estoy en Madrid”. En un momento, la pareja ve en el cine Un hombre y una mujer (Un Homme et une Femme) (1966). En la marquesina nos dicen que se trata de un festival de 12 clásicos del cine francés. Quién sabe si entre ellos no están también programados Los paraguas de Cherburgo (Les Parapluies de Cherbourg) (1964), Belle de Jour (1967) o La sirena del Mississippi (La Sirène du Mississipi) (1969). Luego entran en un bar a tomar una copa y en la televisión del local se puede ver un episodio de la serie Misión: Imposible (1966). Los viejos y los nuevos tiempos, el cine y la televisión, las plataformas de ahora y las películas de antes.

Phil Gaines y Nicole Britton no tienen futuro, o su destino será fatal. En cualquier caso, él piensa en la parábola de Moby Dick como el mejor resumen de su vida y sigue arrastrando los traumas del pasado (su padre murió en la Guerra Civil española). Ella, por el contrario, se mantiene distante y enamorada, aunque hay una violenta escena donde se desmelena y se lía a guantazos con su novio policía.

Alrededor de esta pareja tenemos una colección de lo mejor en personajes de carácter interpretados por lo mejor de la cosecha de Hollywood. Y todos estaban en momentos dulces de sus carreras en el momento de rodar esta película. Ben Johnson (1918-1996), uno de los grandes del western, acababa de ganar un merecidísimo Oscar como actor secundario por la obra maestra La última película (The Last Picture Show) (1971). Aquí interpreta a Marty Hollinger, un veterano de Corea y un “padre coraje” que grita “Mi hija no se suicidó” y cuyo descenso a los infiernos para descubrir al asesino merecería una película aparte (o una serie, como la protagonizada por Juan Diego en 2002).

Hollinger se cruza en su periplo con Leo Sellers, un abogado corrupto y poderoso relacionado con la Mafia que interpreta con mucho dominio de la situación Eddie Albert (1906-2005), otro superviviente del Hollywood clásico que acababa de ser nominado al Oscar como secundario por El Rompecorazones (The Heartbreak Kid) (1972), segunda de su carrera tras la conseguida por su inolvidable interpretación en Vacaciones en Roma (Roman Holiday) (1953).

El mismo año 1972 también fue candidato al Oscar como actor protagonista Paul Winfield (1939-2004), por Sounder. Otra personalidad, recordado por, entre otras, Terminator (1984), que aquí interpreta al compañero policía de Gaines.

Y Eileen Brennan (1932-2013) interpreta a la sufrida Paula Hollinger tras pasar por La última película y, sobre todo, El Golpe (The Sting) (1973). Un año después entraba en el reparto de la magnífica Un cadáver a los postres (Murder by Death) (1976) y en 1980 era nominada al Oscar como actriz secundaria por La recluta Benjamin (Private Benjamin). Brennan, gran dama del cine y la televisión, tiene una escena con Reynolds donde le confiesa sus secretos más oscuros que bien hubiera merecido otra candidatura.

Y cerrando el grupo «salvaje», ahí está Ernest Borgnine (1917-2012), actor fetiche de Robert Aldrich, como un jefe de policía con un sentido del humor que hoy le hubiera valido por lo menos la suspensión de empleo y sueldo.

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