El James Bond de los Exorcistas

Para dejar las cosas claras desde el principio y evitar miradas de suspicacia y gestos de incredulidad, Russell Crowe afirma contundente: “El puesto de exorcista jefe existe de verdad en el Vaticano. El padre Gabriele Amorth fue un hombre real que defendió su puesto durante 36 años y participó en decenas de miles de exorcismos”.

Gabriele Amorth nació en Módena, en el Norte de Italia, en 1925 y falleció en Roma en 2016 y lo interpreta Russell Crowe, en la que es la primera película de terror del oscarizado actor, nominado además al premio tres años consecutivos. A Crowe no le gusta el género, por eso nunca antes se había atrevido con él. Es curioso que el fornido Gladiator confiese sin inmutarse que «sinceramente, no me gustan mucho las películas de miedo. Hacen que después no pueda dormir bien. Soy increíblemente supersticioso. No me parece nada agradable ponerme en la piel de los personajes cuando ocurren determinadas cosas. No paraban de ocurrir cosas extrañas a nuestro alrededor, pero intentaba no darles mucha importancia y pensar que eran meras coincidencias, sino me hubiese vuelto loco”.  

Pero interpretar a Gabriele Amorth son palabras mayores porque fue y es una figura controvertida, alguien que iba por libre, un iconoclasta que retó al status quo y, según Crowe, “un hombre de Fe con su propia manera de pensar, abierto y directo, al que no le daba miedo el lado oscuro de la humanidad”. A su lado, el director de la película, Julius Avery, nos ofrece la clave de todo el asunto: “Creo que la ciencia puede explicar el 98% de las cosas, aunque hay un 2% que no. Es de eso de lo que hablamos en esta película”.

El padre Amorth escribió dos libros sobre sus experiencias: An Exorcist Tells His Story y An Exorcist: More Stories. Semejante material era oro puro y muchos intentaron comprar los derechos de esas memorias, pero fracasaron. El productor Michael Patrick Kaczmarek tuvo la oportunidad de hacerse con los derechos de ambos libros antes de que el padre Amorth muriese en 2016. “Pude convencerle de mi profunda devoción religiosa, creo que por eso tuve éxito donde otros productores no. A lo largo de todas nuestras conversaciones fui capaz de convencerle de que si trabajaba conmigo me aseguraría de que la moral católica y su persona se respetasen en la película. Esas memorias son como un tesoro. Hay cientos de historias, anécdotas y casos reales en los que el padre Amorth exorciza demonios. Había infinidad de historias que podíamos contar. Mis colegas productores y yo siempre vendimos la idea definiéndole como el James Bond de los exorcistas. En estas dos memorias hay un gran abanico de historias y todo un universo del que inspirarnos”.

Escuchar en una sala de cine, con todas las luces apagadas, rezos en latín sacados del libro real que usan los exorcistas católicos en boca de Russell Crowe nos lleva inevitablemente al Padre Lankester Merrin (Max von Sydow) y al Padre Karras (Jason Miller) en las míticas escenas de El Exorcista (1973), probablemente la película de terror más famosa de la historia del cine (y la más taquillera, porque si aplicamos un ajuste de los precios por la inflación, estaría en el puesto nueve).

El Padre Karras es Jesuita y en el equipo de cineastas que han participado en El exorcista del Papa podemos encontrar como productor ejecutivo a Edward Siebert, un cura jesuita fundador de Loyola Productions. “Mi objetivo es contar historias que importen. Historias que entretengan, que eduquen y que inspiren. Llevamos contando historias del bien y el mal desde el principio de los tiempos, pero la vida del padre Amorth y su papel luchando contra el mal es algo que se debe saber. Al ser cineasta y jesuita me he encontrado en una posición única para adquirir los derechos de la historia del padre Amorth y ayudar a dar forma al proyecto”.

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