Un escritor de obras de misterio con mucho éxito vive en una casa aislada en el campo y de pronto recibe una visita inesperada. Entonces, asistimos a un juego del gato y el ratón donde nada es lo que parece. No estamos hablando de, como pudiera parecer, Andrew Wyke (Laurence Olivier) y Milo Tindle (Michael Caine) en la obra maestra La Huella (Sleuth) (1972) de Joseph L. Mankiewicz. Tampoco de Sidney Bruhl (Michael Caine) y Clifford Anderson (Christopher Reeve) en la maravillosa Deathtrap (La trampa de la muerte) (1982). Esas dos películas, basadas en obras de teatro de, respectivamente, Anthony Shaffer e Ira Levin, son algunas de las fuentes de las que ha bebido el director David Marqués.
Puntos suspensivos sigue esa tradición con el personaje del argentino Diego Peretti. José Coronado es la visita inesperada. Los dos (y Georgina Amorós, la actriz de la película) hablan de un guion de hierro, que es como tiene que ser cuando hablamos de lo que se llama en la literatura de intriga «el misterio del cuarto cerrado», ideado por Gastón Leroux en 1907 en la novela El misterio del cuarto amarillo.