Quentin Tarantino y sus apasionantes «Meditaciones de cine» 

“Algunas personas veían películas sobre hormigas gigantes y se las tomaban en serio”. Quentin Tarantino habla de Steven Spielberg, Martin Scorsese, William Friedkin, Brian de Palma, George Lucas, Francis Ford Coppola o John Milius. La generación de cineastas anterior a la suya que cambió Hollywood. Y no hay una manera más original de definir a estos “moteros tranquilos, toros salvajes”. 

Tarantino también vio de niño películas de hormigas gigantes, o cualquier otro animal, y se las tomó en serio. Tanto que quiso hacer lo mismo. Y eso es lo que cuenta en estas fascinantes Meditaciones de cine, un libro donde el director repasa su infancia cinéfila a la vez que analiza desde su muy particular punto de vista una serie de películas que vio de niño y le marcaron profundamente: Bullitt (1968), Dirty Harry (Harry el sucio) (1971), Deliverance (1972), The Getaway (La Huida) (1972), Daisy Miller (Una señorita rebelde) (1974), Death Wish (El justicieron de la ciudad) (1974), Taxi Driver (1976), Rocky (1976), Rolling Thunder (El Ex-preso de Corea) (1977), Escape from Alcatraz (Fuga de Alcatraz) (1979), Hardcore (1979), Paradise Alley (La cocina del infierno) (1978), entre otras. 

Tarantino nació en 1963, así que era muy pequeño cuando vio esas películas que le formaron como cinéfilo. En el capítulo dedicado a Bullitt, una auténtica gozada, comenta que “es una de las películas mejor dirigidas de cuantas se han realizado nunca”. Sobre Deliverance dice que “del mismo modo que a la gente, después de Tiburón, le daba miedo meterse en el mar, después de Deliverance me asustaba la idea de ir de acampada al bosque”. Cuando nos habla de Rocky y de Sylvester Stallone, uno de sus ídolos, confiesa que “es la historia (cómo se hizo la película) más edificante de Hollywood que yo había oído”.

Tarantino siempre ha sido muy polémico y ha dicho lo que ha querido. En este libro hay muchas afirmaciones asombrosas, divertidas, provocadoras… pero todas muy sinceras, documentadas y personales. Como que el único cineasta que hubiera hecho una adaptación fiel de la novela de Jim Thompson La Huída era el inglés Ken Russell, que Los tres Mosqueteros de Richard Lester es “una de las mayores producciones cinematográficas épicas de todos los tienpos”, que “sin El justiciero de la ciudad no existiría Taxi Driver y sin Los Profesionales no existiría Grupo salvaje”, o que “La matanza de Texas es una de las mejores películas de todos los tiempos”, y va más lejos al asegurar que para él “es una de las pocas películas perfectas que se han realizado”.

El autor confiesa su total admiración mitómana por Stallone, Charles Bronson, Burt Reynolds, Steve McQueen, Armand Assante (“un Al Pacino para pobres”), Brian de Palma (con una maravillosa y desarrollada teoría de qué hubiera pasado si el director hubiera dirigido Taxi Driver, como esta previsto), Susan Blakely (“encantadora y talentosa de una belleza casi inimaginable, protagonista de la mejor película que se ha hecho sobre Frances Farmer”) y, por lo que nos toca, por la película La residencia (1969) y por el Pedro Almódovar de Matador (1986).  

Y dice cosas tan maravillosa como que “la primera película de James Bond en un cine era un momento trascendental en la vida de un niño” (en su caso fue 1971, con Diamantes para la eternidad), que la escena en la que explota la bomba en el avión en Aeropuerto (1970) fue “una de las mayores conmociones en una película de Hollywood hasta entonces”, que de niño le afectó más ver Bambi (1942) que La última casa a la izquierda (1972), y que el personaje de Pussy Galore interpretado por Honor Blackman en Goldfinger (1964) es “el chiste sexual más explícito jamás pronunciado en una gran película comercial”.

Pero hay mucho más. Tarantino de niño elaboraba una lista donde elegía lo que para él era lo mejor de cada año. Pequeños premios de un niño apasionado por el cine que prefería a Robert Forster (1941-2019) antes que a Robert De Niro (1943).

Un libro imprescindible, repleto de frases ingeniosas que nos llevan a un viaje de la mano de un tipo con una manera de ver el cine muy muy personal.

Sólo una única pega: si tanto te gusta Susan Blakely (1948), como a muchos, entonces nos preguntamos: ¿por qué nunca le has dado un papel en una de tus películas?

Y una corrección: no es Elizabeth Scott, es Lizabeth Scott (1922-2015).

Meditaciones de cine (Reservoir Books) lo puedes comprar en la librería Ocho y Medio de Madrid

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