Ridley Scott: Para mí, hacer una película histórica es como una ecuación matemática. Pudo haber ocurrido esto o esto otro y tú eliges con qué te quedas.

¿Por qué todavía cree que es importante hacer cine histórico, superproducciones para ver en pantalla grande contando historias “más grandes que la vida”, como se suele decir?

Recuerdo que al año de estrenar Gladiator (2000), recibí una carta de un académico de una de las grandes universidades estadounidenses. Quería agradecerme que hubiese vuelto a traer a la vida el Imperio romano. Había hecho que sus estudiantes se apasionasen con la asignatura. Para mí, hacer una película histórica es como una “ecuación matemática. Pudo haber ocurrido esto o esto otro. Es algo que surge de la investigación y tú eliges con qué te quedas.

¿Por qué cree que todavía hoy Napoleón es una figura fascinante para mucha gente?

Creo que la gente sigue fascinada con su figura porque era un tipo muy complejo. No hay una forma fácil de definir su vida. Puedes leer una biografía para saber lo que ocurrió, pero a mí, como cineasta, me interesa más su personalidad, ir un paso más allá de la historia y adentrarme en su mente.

En esta película ha vuelto a contar con sus colaboradores habituales: el diseñador de producción Arthur Max (Gladiator y Marte), la diseñadora de vestuario Janty Yates (Óscar por Gladiator), el director de fotografía Dariusz Wolski (Todo el Dinero del Mundo, Alien: Covenant), y el coordinador de efectos especiales con dos Oscar Neil Corbould…

Soy muy afortunado de tener a gente con tanto talento a mi lado, profesionales que parece que siguen queriendo trabajar conmigo. Me convierto en una persona increíblemente eficaz cuando sé que todos los departamentos están en tan buenas manos.

A este grupo hay que añadir a la gran estrella de la película, Joaquin Phoenix, con el que ya hizo Gladiator

Me fijé en la increíble interpretación que Joaquin hizo en Joker (2019) y me volvió todo a la cabeza, el trabajo que hizo en Gladiator, su evolución con el personaje y entonces pensé que ya tenía a mi Napoleón. Ha sido un inmenso placer volver a trabajar con él. Es el único actor con el que empecé a hablar semanas antes del rodaje. Estuvimos hablando y discutiendo sobre el personaje en mi oficina. Al final coincidimos en todo. Hablamos sin parar sobre cómo podría haber sido en vida. Joaquin se centraba en su forma de caminar, de hablar y de sentarse. Vimos muchos retratos, que por cierto son una maravilla. Son, esencialmente, las fotografías de la época. No son precisamente halagadoras. Cuando miras al hombre del cuadro te queda claro que quiso mostrar su ego. Joaquin es bueno para mí porque me recuerda que sea honesto y yo soy bueno para él porque lo mantengo a raya. Físicamente es perfecto para el papel. Tiene algunos rasgos que son sorprendentemente parecidos a los de Napoleón.

¿Cómo llegó a la actriz Vanessa Kirby, que interpreta el decisivo personaje de Josefina?

Si tienes en mente a alguien alto y moreno para un papel y de repente entra por la puerta alguien bajito y rubio me parece muy interesante. Hay que estar abierto. Vanessa nos ha regalado una interpretación segura y sensual, pero lo mejor de todo ha sido su humor. Tiene un gran sentido del humor y una intuición natural para los tiempos cómicos, es lo que hizo que destacase. Es capaz de emplear toda la información que ha recabado y depurarla hasta en el más pequeño movimiento o expresión. Joaquin y ella han tenido una conexión muy natural, forman un dúo impactante. 

Nota aparte: la actriz prevista inicialmente para el papel era Jodie Comer, que rodó con Ridley Scott El último duelo (2021). De ahí la respuesta del director.

El guion es de David Scarpa, con el que ya colaboró en Todo el Dinero del Mundo (2017) y volverá a hacerlo en Gladiator 2. ¿Cómo fue su trabajo conjunto esta vez? 

Hablamos largo y tendido sobre los puntos clave de la vida de Napoleón y los aspectos del personaje que más nos interesaban. Yo tenía claro desde el principio que quería hacer una película de acción épica, pero también contar la historia de amor entre Napoleón y Josefina. Al narrar la historia de Napoleón a través de su relación con Josefina, añadimos más capas a la historia. La persona que hemos visto hacerse con el trono de Europa, el genio táctico convertido en un hombre desvalido acaba sollozando como un niño, completamente enamorado de la mujer con la que está sentado en el sillón y admitiendo que no sería nadie sin ella. Las cartas que le envía son groseras e infantiles, excesivamente románticas e incluso algo obscenas. Estaba completamente cautivado con ella. Cuando Josefina murió, encontraron todas las cartas en el cajón de la mesilla. Lo que sí está claro es que él tenía a ella en la cabeza, ya que su nombre fue la última palabra que pronunció.

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