Robert Eggers termina el rodaje de Nosferatu, una de vampiros que no va a dejar a nadie indiferente

Es de New Hampshire, en julio cumple 40 años y es uno de los directores más originales, seguidos y arriesgados del cine actual, un auténtico referente del cine de terror y fantasía gracias a tres únicos largometrajes: La bruja (2015), El Faro (2019) y El hombre del Norte (2022).

El cuarto es nada menos que una nueva versión del mito de Nosferatu, que sigue a las realizadas por Murnau en 1922 y por Herzog en 1979. En realidad, Nosferatu nació porque Murnau y sus productores decidieron hacer una película sobre Drácula pero sin contar con la novela de Bram Stoker para no pagar derechos de autor. La película estaba basada libremente en el libro, pero los nombres de los personajes se cambiaron (el Conde Drácula pasó a ser el Conde Orlok) en un intento de evitar acciones legales (que fracasaron, porque la viuda del escritor les demandó).

El nuevo Nosferatu escrito y dirigido por Eggers cuenta con Bill Skarsgard totalmente caracterizado como el Conde Orlok. El joven actor sueco, hijo de Stellan y hermano de Alexander, ya sufrió una transformación radical para interpretar al payaso Pennywise en las dos entregas de It (2017-2019). Su reto es enorme, porque es muy posible que se le compare con Max Schreck (1879-1936), Klaus Kinski (1926-1991) y Willem Dafoe (1955), los tres actores que han interpretado antes al personaje.

Lily-Rose Depp, hija de Johnny Depp y Vanessa Paradis, es Ellen Hutter, el equivalente al personaje que interpretó otra francesa, Isabelle Adjani, en la versión de Herzog. Completan el reparto, Nicholas Hoult, Aaron Taylor-Johnson, Willem Dafoe y Emma Corrin (la princesa Diana en The Crown).

La versión de Eggers estará ambientada en el siglo XIX en Alemania y parte de la misma base que el Drácula de Stoker: Thomas Hutter (Hoult) viaja al castillo del Conde Orlok porque este quiere comprar una casa, pero antes de que se cierre el acuerdo, el extraño Conde ve una foto de la esposa de Hutter, Ellen, y se apodera de él una mortal atracción.

Klaus Kinski con Isabelle Adjani en la versión de Herzog

Nicholas Hoult, que acaba de estar con Drácula (Nicolas Cage) en Renfield, ha declarado que “no estaba buscando volver al mundo de los vampiros, pero el estilo de Eggers y su tono son completamente opuestos a Renfield. Me encanta su trabajo y estoy emocionado por entrar en su mundo. Creo que esta película va a ser muy especial, así que estoy deseando que la gente la vea». 

Precisamente, Nicolas Cage es el productor de Shadow of the Vampire (La sombra del vampiro) (2000), película de ficción basada en el rodaje del Nosferatu de Murnau que desarrolla una leyenda que se ha extendido con el tiempo y que evidentemente es falsa: que el actor que interpretó al Conde Orlok, el alemán Max Schreck, era un vampiro de verdad. Al principio de la película, John Malkovich en su papel de Murnau recita estas emotivas palabras, que resumen un poco a su manera lo que es el cine: “Nuestra lucha, nuestro combate tienen como objetivo crear arte. El cine es nuestra alma. Gracias a él, las imágenes que creemos crecerán con el tiempo. Nuestro lirismo será una sombra que se alargará y se ocultará. Nuestra luz iluminará todos los rostros que reirán y sufrirán. Nuestra música permanecerá y, al final, sobrecogerá, porque tendrá un contexto tan cierto como la muerte. Somos científicos con la misión de crear una memoria. Pero nuestra memoria no se difuminará ni se borrará”.

La leyenda de Max Schreck es como la de la muerte de Marilyn Monroe o la maldición que cayó sobre el reparto de Poltergeist (1982), literatura barata pero enormemente entretenida.

Willen Dafoe como Max Schreck

Cuando en la película, Willem Dafoe, en su papel de Schreck siempre caracterizado como Orlok (y con un aspecto parecido a como veremos a Bill Skarsgard) dice lamiéndose los labios que “a la script me la comeré más adelante” o que “creo que el guionista ya no es necesario”, uno entiende por qué el actor recibió una nominación al Oscar, que se llevó Benicio Del Toro por Traffic.

En La sombra del vampiro el mensaje queda claro: La película es lo primero y al final resulta que el verdadero vampiro es Murnau.

El 11 de marzo de 1931, Friedrich Wilhelm Murnau se mataba en un accidente de coche en Santa Bárbara, California. Con 42 años, estaba con­si­derado el más grande cineasta de Alemania (donde había nacido en 1888) y un genio a la altura de Griffith y Einsenstein. Tan sólo unos años antes, había llegado a Hollywood contratado por la Fox y con honores de estrella, gracias a las obras maestras rodadas en su país natal (como Nosferatu).

Para muchos, la muerte de Murnau fue también la muerte del cine mudo, aunque a su entierro sólo fueron 11 personas, entre ellas, Greta Garbo, que encargó una máscara de escayola del rostro de su amigo que conservó toda su vida. Esta anécdota no deja de ser una leyenda más de las muchas que rodearon al gran Murnau, el autor de la obra maestra Amanecer (1927), uno de los padres del expresionismo cinematográfico y el creador de Nosferatu (1922), la película de vampiros más realista de la Historia. ¿Realista? Sí, porque, haciendo gala de su perfeccionismo enfermizo, el director rodó en localizaciones naturales, con actores no profesionales como extras (“No tienen que hacer nada, sólo estar”) y con un vampiro de verdad como protagonista.

Cuando Murnau decidió rodar la adaptación al cine de la novela Drácula, de Stoker, se enfrentó a dos problemas: convencer a la viuda del escritor para que le vendiese los derechos de la obra (adaptada finalmente en 1931) y encontrar al actor que interpretara al vampiro. Pero Florence Balcombe, señora de Stoker, se negó en rotundo a ceder la historia y el director decidió entonces cambiar el nombre del vampiro, ahora el Conde Orlok, y el título de la película, Nosferatu, aunque respetó la trama central del libro, lo que le llevó a verse las caras en los tribunales con la dama.

Para el segundo problema tomó una solución que entra de lleno en la leyenda. Berlín, entre agosto y octubre de 1921. Se rueda Nosferatu y el papel protagonista lo interpreta un siniestro actor llamado Max Schreck, dicen que amigo de Murnau de los tiempos en que ambos estaban en la compañía de Reinhardt, y alumno aventajado del método Stanislavsky (ese que revolucionaría Hollywood más de 30 años después). Los que están en el rodaje comprueban atónitos que Schreck (“miedo” en alemán) tiene una “obsesiva entrega al papel” y sólo rueda de noche. Nadie sabe nada sobre su vida anterior y muchos comentan en susurros que esta es su primera película. Incluso el director decide prescindir del maquillaje y sólo ordena que le pongan dientes falsos y prótesis en las orejas. Todo esto lleva a que muchos en el set crean que es un vampiro de verdad. Murnau dice en un momento que le conoció en un antiguo monasterio.

Lo cierto es que Schreck (1879, Alemania) ya era un veterano del cine, un actor secundario de cierto renombre que murió en 1936 de un ataque al corazón. Pero sus métodos poco convencionales hicieron de él una leyenda, como nos lo cuenta la película La sombra del vampiro (2000), del neoyorkino Edmund Elias Merhige, que recrea el rodaje de Nosferatu y juega con la leyenda que rodeó a Schreck mezclando hechos reales –como el cambio de director de fotografía a mitad de rodaje– con otros no tan verídicos: en una escena, Schreck muerde a un murciélago… claro que teniendo en cuenta que el productor de La sombra del vampiro es Nicolas Cage, el mismo que durante el rodaje de Besos de vampiro (1989) se comió una cucaracha viva, quién sabe si lo de Schreck fue verdad.

Willem Dafoe (Desenfocado) se llevó una nominación al Oscar por su interpretación de Schreck; Eddie Izzard (Chaplin en El maullido del gato) es el actor Gustav von Wangenheim; y Cary Elwes (Thomas H. Ince en el film de Bognadovich) interpreta a Fritz Arno Wagner, el cámara que sustituyó a Günther Krampf cuando éste salió del rodaje. Además, John Malkovich da vida a Murnau, Udo Kier al productor Albin Grau (aficionado al ocultismo y Gran Maestre de la sociedad secreta Fraternitas Saturni) y  Catherine McCormack a Greta Schröeder, la actriz alemana adicta a la morfina protagonista femenina de Nosferatu.

Lo que cuenta la película es pura ficción, o eso parece, pero lo que sí fue real fue el final de Murnau, digno de la crónica más negra de Hollywood: se mató en coche cuando viajaba junto a su amante, un filipino de 14 años que se había traído de los Mares del Sur (donde había rodado su último film, Tabú).  Muchos quisieron relacionar la trágica muerte del cineasta con una maldición de los brujos indígenas con los que se había relacionado. Lo cierto es que el director perdió el control del coche por razones mucho más terrenales relacionadas con su fogoso amante. Triste adiós para un genio que llevó hasta las últimas consecuencias esas palabras que recita Malkovich: “El cine es nuestra arma (…). Nuestra música permanecerá y, al final, sobrecogerá porque tendrá un contexto tan cierto como la muerte”.

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