Por qué hay que verla
Ópera prima de Aitor Echeverría, es un íntimo y emocionante retrato de una familia atrapada en una cotidianidad enfermiza y con el tabú de la adicción como protagonista: ese “elefante en la habitación” que nadie quiere ver y del que nadie quiere hablar.
Emma Suárez y Natalia de Molina son madre e hija, con un fuerte vínculo que las une y, al mismo tiempo, las separa. La ópera prima de Aitor Echeverría ahonda en los lazos invisibles que nos unen a nuestros seres queridos y en aquellas fidelidades silenciosas que a veces debemos romper para poder avanzar.
La película profundiza en las relaciones de codependencia y responsabilidad dentro del núcleo familiar, que es ese lugar en el que representamos nuestro primer papel en la vida y mira hacia delante para no dar un paso atrás con un emotivo y revelador relato de reconstrucción, tanto personal como de nuestro entorno más cercano. Porque afrontar los problemas no es fácil, pero siempre es mejor que evitarlos.
En este sentido, la danza contemporánea no solo funciona como hilo conductor de la historia sino también como catarsis y vehículo de las emociones del personaje de Blanca, interpretado por Natalia de Molina. Además de representar un poderoso elemento visual.
Pero, sobre todo, es el retrato de dos mujeres que deben aprender a quererse, una madre y su hija adulta, redescubriéndose y reconociéndose en una desafiante nueva etapa de sus vidas. El director y guionista Aitor Echeverría debuta en el largometraje de ficción tras su amplia trayectoria como Director de Fotografía en largometrajes, documentales y series de TV, y una carrera como director de cortometrajes premiados en festivales nacionales e internacionales.
Emma Suárez interpreta a una arquitecta de éxito que regresa a casa tras haber pasado dos meses internada en un centro de rehabilitación por un problema de adicción con el que su familia convivió en silencio durante años. Tras su llegada, intentará rehacer su vida anterior mientras su hija menor (Natalia de Molina), verá cómo la atención que vuelca sobre su madre afecta tanto a sus relaciones como a su sueño de ser bailarina profesional. Un año después, «el elefante» sigue tan enorme como siempre. Aunque por lo menos, ahora, todos pueden verlo.
El director reconoce que: “Desde que empecé a imaginar este guion hasta ahora ha pasado una década. Al mirar hacia atrás, agradezco que haya sido así. Es un relato que merecía ser pensado, macerado con el paso de los años. Es una película de reconstrucción. De cómo la vida sigue su curso con, sin y a pesar de nosotros”.